Cantabile – Revista de música clásica (2014)

Quería vivir de lo que me gusta, que es cantar ópera

Por Cecilia Scalisi

Luego de seis años fuera del país y con el desarrollo de su actividad en Francia, el baji Nahuel Di Pierro pasó por Buenos aires para encarnar a Don Giovanni en la nueva producción de BAL, Con puesta en escena de Marcelo Lombardero y dirección musical de Pedro Pablo Prudencio (Mes de Agosto). Antes del estreno y sobre el cierre de esta edición, el artista compartió con Cantabile alguos espectos de su experiencia durante estos años en el exterior.

—¿Cómo fue que decidiste radicarte en europa y comenzar una carrera internacional?

—Me fui de Buenos Aires hace seis años en un momento cultural bastante raro. No tenía trabajo y esa fue la motivación para salir y apostar a una carrera internacional. Llegué a París en 2008 y enseguida pude comenzar a cantar. En un comienzo trataba de postergar la decisión de irme. No quería separarme de mi familia, mis amigos, mi lugar… Pero las posibilidades de crecimiento en la Argentina se me estaban agotando, tenía 24 años y estaba en una etapa de búsqueda, de acumulación de experiencia. Buenos Aires no me brindaba eso y a nivel económico, todo era difícil. Quería vivir de lo que me gusta, que es cantar ópera.

—¿existía un vínculo previo que te llevó a ese destino?

—Entré al Opera Studio de París, lo que se llama el Atelier Lyrique de la Opera de la Bastille, y allí me quedé por un año. Eso facilitó las cosas para poder instalarme, contar con un salario y una actividad fija. En realidad yo no lo había planeado. Para ese entonces vivía en Buenos Aires y había empezado a trabajar en Europa, yendo y viniendo. En uno de esos viajes, audicioné para la Opera de París y entré al Atelier. Cuando terminé preferí quedarme en París porque me resultaba una ciudad cómoda para moverme hacia todas partes. Canté en Covent Garden y en la Deutsche Oper de Berlín.

—¿Cómo te sentiste respecto de tu preparación al confrontar en otro medio tu background y lo aprendido en cuanto a modalidad de trabajo?

—La formación con la que partí fue muy rica porque me había preparado a nivel técnico con mi maestro, Ricardo Yost, en el Instituto del Colón. Paralelamente había estudiado teatro desde chico, y música. Mi preparación era sólida en lo vocal, teatral y musical. Además había empezado a trabajar en los teatros locales: el Colón, el Avenida y el Argentino de La Plata. Eso me dio unancierta experiencia, de manera que Europa no implicó empezar todo desde cero.

—¿Cuáles fueron esos pasos?

—Debuté en la Opera de París. Comencé a trabajar en teatros con un nivel distinto y una exigencia mucho mayor. Me vi forzado por el entorno. Me sentí obligado a ponerme al nivel de las circunstancias. Allá hay muchos teatros y muchísimos cantantes muy buenos. Comprendí que frente al nivel tan alto, si quería encontrar mis posibilidades debía acercarme a eso. Me enfrenté con la realidad del medio europeo, con la diversidad de los repertorios y el rendimiento que se exige al cantante.

—¿en qué planos sentiste mayormente esa exigencia?

—A los pocos meses de estar en París surgió la posibilidad de audicionar con Riccardo Muti, uno de los directores más influyentes. Para mí no era una audición más y fui contratado para cantar. Estaba muy contento, por supuesto, pero apenas comenzamos a ensayar me encontré con una persona que me exigía al 150% de mi capacidad. Esos conciertos fueron la primera instancia en la que fui consciente de que tenía que buscar un verdadero crecimiento. En Buenos Aires, al ser tan chico el medio de los teatros, uno puede tender a conformarse con una medida estándar, a quedarse achanchado porque siente que aquí eso funciona. Cuando me fui del país, en ese tiempo hacer una ópera ya era un logro en sí mismo. Uno se conformaba sólo con hacer. Hay tan poco comparado con otros lugares, que dado que los proyectos se hacen a pulmón, uno se queda contento con el solo hecho de haberlos llevado a cabo.

—me gustaría que puntualizaras algo de esas diferencias. Creo que es útil esa perspectiva también para el crecimiento del público y el medio de la ópera en general.

—La exigencia es algo personal. Yo me propuse cantar cada vez mejor porque me enfrenté con cantantes, maestros y situaciones que me pedían más. A nivel voz, respiración, técnica. Tenía mucho que hacer y me vi obligado a resolver problemas técnicos muy rápido. Tuve que encontrar respuestas a muchas preguntas en poco tiempo. Me di cuenta que la manera más rápida de crecer en un cantante es estar expuesto a responsabilidades profesionales que exijan a todos.

—He leído que también cantás tango y que este tipo de música forma parte de tu vida profesional en parís. ¿Cómo compatibilizas los géneros y la demanda de cada uno de ellos?

—Al comienzo todo fue muy duro a nivel humano. El hecho de estar solo, tan lejos. Empecé a escuchar mucho tango, a sentirlo y a comprenderlo de otra manera. Quise estudiar el género, aprendí a tocar el bandoneón y a conectarme con el medio tanguero. Así fue como emprendí mi labor de cantante de tango.

—¿Qué lugar ocupa esa actividad actualmente?

—Es una actividad paralela, algo que me faltaba. Considero que el cantante de ópera no debe quedarse encerrado en ciertos conceptos que adquiere en su formación vocal. Es bueno permitirse hacer músicas populares porque enriquece el canto desde otras perspectivas.

—También he leído en tu presentación que cantaste el Don Giovanni con Lorin maazel en Valencia. ¿Qué te aportó el trabajo con él, tanto para el personaje y esta ópera como para tu labor operística en general?

—En realidad con Maazel no canté el protagónico sino el personaje de Masetto. Esta es la primera vez que hago el Don Giovanni. Lo que aprendí con Lorin Maazel lo puedo responder muy rápido… porque es nulo: él llegó una semana antes del estreno. Trabajamos durante un mes con otra persona. Pero al margen de Maazel, lo que puedo rescatar es que habiendo hecho varias producciones (siete) de esta misma ópera con diferentes directores musicales y escénicos y en distintos roles (Leporello, Masetto y ahora Don Giovanni), es que se trata de una obra de la cual tengo un abanico bastante amplio de posibilidades interpretativas.

—¿Cómo la definirías al cabo de ese recorrido que te conduce finalmente al protagónico en esta nueva producción de BAL?

—Siento que esta ópera es una fuente de recursos expresivos y musicales increíble. Don Giovanni no deja de proponer desafíos vocales e interpretativos. Ahora, trabajando con Marcelo Lombardero, puedo permitirme jugar y hasta olvidarme de todo lo que sé para afrontar escenas desde perspectivas nuevas. Lo que tiene de grandioso esta composición es que todo está abierto, a diferencia de Le nozze di Figaro, donde los personajes están claros desde que entran a escena. Allí sabemos perfectamente quién es cada uno. Don Giovanni, en cambio, es una ópera llena de misterio y puntos por esclarecer.